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Bicentenario, frívolo olvido o afrenta contra Tupac Amaru

or EDUARDO GONZÁLEZ VIAÑA

Estos días en Argentina, en toda América, e incluso en España, se está celebrando el bicentenario de la independencia americana. Se considera como tal el momento en que cada una de nuestras naciones proclamó su voluntad de liberarse del dominio colonial.

El 25 de mayo de 2009, la conmemoración comenzó en Bolivia. Los próximos países en 2010 fueron, por un lado, Colombia, el 20 de julio, y, por el otro, México, el 16, y Chile, el 18 de septiembre.. En cuanto a Paraguay, el festejo se ha realizado el 14 de mayo de 2011, mientras que el Perú no lo hará hasta el año 2021.
Creo que esa fecha es un error.

Lo que se está celebrando en el mundo de nuestra habla no es necesariamente la proclamación de la independencia en alguna de las actuales capitales. Lo que en realidad se recuerda es la primera expresión de la voluntad de ser libres y de fundar una identidad propia diferente frente a los poderes coloniales.

En efecto, lo que Bolivia ha evocado es la sublevación de Charcas, hoy Sucre, el 25 de mayo de 1809. Como sabemos, la completa independencia sólo vendría después de la victoria de Ayacucho el 9 de diciembre 1824.

Lo que ha recordado México es el 16 de septiembre de 1810, en que el párroco del pueblo de Dolores, Guanajuato, Miguel Hidalgo y Costilla, llamó a misa y con las proclamas de «¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Viva Fernando VII! y ¡Muera el mal gobierno!» incitó al pueblo a levantarse contra los españoles. A este suceso se le conoce como «Grito de Dolores».

La larga guerra de la independencia sólo culminaría en México el 27 de septiembre de 1821.

De la misma forma y por las mismas razones, celebran Chile, Colombia, Venezuela el inicio de este mismo proceso que sólo culminaría muchos años más tarde.

El bicentenario en el Perú debería haberse celebrado hace 36 años en conmemoración de la gesta de Túpac Amaru. Fue él quien, con su proclama, con su propia vida y con la más formidable guerra dada en el continente demandó la libertad de toda América tanto de España como de su rey. La libertad para él no supuso sólo una separación política sino la supresión de todas las formas de explotación humana desde la mita y los corregimientos de indios hasta la esclavitud de los negros. Por él, la abolición se decretó en el Perú antes que en toda América. La fecha central del levantamiento tuvo su bicentenario en 1980.

Los levantamientos de Tacna, 1811 y 1813, Huánuco, 1812, y Cusco, 1814, tampoco han sido tomados en cuenta por los festivos iniciadores del “bicentenario”.

Si por frívolo centralismo o por voluntario ultraje a la memoria de Túpac Amaru se le pasó todo eso al Ministerio de Educación, al menos puede adelantar la fecha del bicentenario hasta el 29 de diciembre de 1820 en que se produjo la declaración de la independencia del Perú en Trujillo.

Manuel Cabero y Muñoz, Luis José de Orbegoso, Jerónimo de la Torre, José Modesto de la Vega, José María Lizarzaburu, José Tadeo Effio y el marqués de Torre Tagle, entre otros vecinos, suscribieron el acta y, con el pueblo reunido en la plaza, proclamaron allí la libertad de la patria.

Fue en ese acto en el que se arrió el pendón colonial y se le reemplazó por la nueva bandera del Perú.

Fue en Trujillo donde -ocupados por los españoles el centro y sur más todo el altiplano (Bolivia)- se refugió la República.

Dos veces capital del país, fue en esa misma ciudad donde se fundarían las primeras instituciones republicanas, la Corte Suprema de la República y la primera universidad laica de América.

Si por ignorancia se olvidó la gesta de Tupac Amaru, por lo menos es en Trujillo en diciembre de 2020, donde debe celebrarse el bicentenario. Es lo justo.

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