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¿Y si ajustamos a la Policía?.

Por: Yuri Castro

“Está bien muerto”, “tarde o temprano iba a acabar así”, “el que a hierro mata a hierro muere”, son algunas de las frases que lanzan los policías trujillanos cada vez que un delincuente, integrante de alguna organización criminal, termina en el piso, ensangrentado, con varios plomazos en el cuerpo, sobre todo en la cabeza.

Los llamados “ajustes de cuenta” son cantados como victorias, como algo muy bien merecido que se lo tenía el blanco de las balas. Y desde luego que sí. El que camina al margen de la ley tiene dos destinos marcados: o termina en la cárcel o acribillado de la peor manera. Sus familiares, incluso, son conscientes de ello; sin embargo, hay grandes detalles que las fuerzas del orden pasan por alto.

Y es que, con esas mismas balas, con las cuales el hampa se cobra sus revanchas, causa un tremendo daño a la sociedad. El problema es que los detectives no siguen la pista de la pólvora, de allí que el 99. 9 % de los homicidios terminen en la impunidad, sin responsables a la vista.

Las consecuencias de esa dejadez policial de no investigar estos hechos de sangre, está llevando a que Trujillo se convierta en una ciudad armada. Con esas mismas pistolas y revólveres, los hampones cometen asaltos, amenazan a los empresarios por el cobro de cupo, atentan contra sus vidas y sus familiares, perpetran asesinatos por encargo y secuestran al paso.

La ley del plomo impera. De acuerdo a un estudio realizado por el observatorio del Comité Provincial de Seguridad Ciudadana (Coprosec), la descomunal guerra, a sangre y fuego, que libran las bandas delincuenciales está dejando una secuela devastadora. Las víctimas de esta irracional pugna por la supremacía en el cobro de cupos, son -en su mayoría- jóvenes de entre las edades de 19 a 25 años. Se trata de chicos promiscuos en el mundo del hampa, que se dedicaban al sicariato, extorsión y la invasión de terrenos y que, como producto de sus malos pasos, terminan asesinados en típicos ajustes de cuentas. Otra cifra fría, que amerita la inmediata reacción de parte de las autoridades, es que en el 95.9% de los homicidios se utiliza armas de fuego, sobre todo pistolas de 9 milímetros. Por esas razones, es justo y necesario ajustar las investigaciones policiales, pues detrás de un muerto, por más que este tenga antecedentes policiales y penales, hay más de un crimen que termina en la impunidad. Las balas saben mucho.

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